La crisis familiar viene por causa de la pérdida de los valores en el hogar. Uno actúa según sus valores y principios. Ellos establecen nuestra conducta en la casa, en el trabajo, con los amistades, con la familia. Determinan también lo que escogemos, lo que compramos, las amistades que tenemos, lo que miramos, lo que oímos, etc.
Se refieren a lo que en familia se valora y establece como bien o mal. Se derivan de las creencias fundamentales de los padres, con las cuales educan a sus hijos. Se transmiten a través de todos los comportamientos con los que actuamos en familia, desde los más sencillos hasta los más “solemnes”.
Son los que imperan en la sociedad o cultura en la que vivimos. Han cambiado a lo largo de la historia y pueden coincidir o no con los valores familiares, espirituales o los personales. Por ejemplo, si socialmente no se fomenta el valor del trabajo como medio de realización personal, indirectamente la sociedad termina fomentando “anti-valores” como la deshonestidad, la irresponsabilidad, promiscuidad sexual, etc.
Muchos de estos valores son enseñados por la sociedad en las escuelas, las cuales muchas veces van en contra de los valores familiares o espirituales.
Son aquellos que nos permiten subsistir. Tienen que ver con nuestras necesidades básicas como seres humanos, como alimentarnos o vestirnos para protegernos de la intemperie. Son importantes en la medida que son necesarios. Cuando se exageran, los valores materiales entran en contradicción con los espirituales, y se vuelve uno materialista, trabajando solo por lo que perece, Juan 6:27.
Se refieren a la importancia que le damos a los aspectos no-materiales de nuestras vidas. Estos están fundamentados en nuestra relación con Dios y la fe. Se fundamentan en el conocimiento que tenemos de Dios y su Palabra. Estos le agregan sentido y fundamento a nuestras vidas.